jueves, febrero 14, 2008

El paraíso de Renata

Tengo tiempo que te abandoné querida, un año, al menos así me lo reprocharías si pudieras.

No me gustaría que me olvidaras, así que a modo de mi modo te dedico ésta historia de ocote, leche bronca, mariposas, sueños y quimeras.




Se hacen dos horas para ir por el mandado, a caballo por supuesto, -tu vente en ancas que al cabo estas rete flaca y el Yeyo ni va a sentir cuando te le montes- decía tu hermano. Tengo que decirte Renata que pasé por los mismos senderos y sentí congoja de no verte de nuevo. Así nomás como si fuera agua del rio calléndose de entre mis dedos, te deje ir.







Te veía bajar la sierra cada primer sabado de mes y esperaba esa mañana ver el galope de aquel animal que los cargaba a ti y a tu hermano cuando venían aquí a Los Colorines por víveres para ti y familia.


Por alguna razón nadie se quiere ir de los Saucos, tu pueblo. Todos viven en pueblitos cercanos ahí mismo, en cambio aquí, es un desierto más triste que la de un velorio en navidad. Todos se han ido y no piensan volver, les da mas frio estar en el desierto que quedarse en el bosque, ¡tántas riquezas que salen de esta tierra anaranjada! y se van a que los persigan, aquí las flores se dán, allá puro nópal y culebras, pa qué caminar tanto pa trabajar pa un guero sembrando lo que aqui se dá...









Pero eso si Renata, sabía que algo sentías cuando me veías desde aquel caballo llamado Yeyo, pero fue José Luis el bueno, yo nomás me quedé pariendo chayotes del puro coraje cuando ese viejo feo te robó de mis brazos, aquellos que simulaban con los árboles a que te abrazaban... a que te estrujaban y mis labios quedaban con sabor a recina mientras aquel pino no tenía culpa de nada. Sábía por que sonreías y no dejabas de voltear a verme... aunque la pena evitara que me vieras de jalón, seguías volteando hasta que te perdias entre los árboles con todos los viveres y ahi quedaba mi suspiro hasta el proximo mes. A lo puro tarugo se me fueron esos instantes sin decirte que me gustabas.










Ni modo así es el destino, por eso te escribo esto, ahora que te vi en tu paraiso, de Maderos apilados ordenando a tu hija que me hiciera un queso de metate y ni me reconociste, mejor pa ti.









Con tu viejo marido construyendo apilados cuartos pa los hijos de tus hijos, que no se van por que los detienen las flores, la leche y las mariposas, a mi... no me detiene nada por eso me voy muriendo pa otro lado





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