lunes, agosto 07, 2023

Vísperas

Pronto cumplirás quince años y me pregunto si celebrarás de alguna manera.
Quince años en que te hiciste presente en el mundo de una manera nocturna y abrupta.
Llegaste haciéndote por primera vez evidente y te encarnaste esa noche de Otoño y te recibimos así como venías, húmeda, tierna, suave, preciosa.
Te acogimos en brazos y ahí te tuvimos. 
Creo que nunca te hemos olvidado.
¿Te vas a seguir haciendo el tonto?- y me besó.
Así inició la noche.
¿Celebraremos?





sábado, agosto 05, 2023

Longevo y prohibido

 En la actualidad el amor es quizá menos prohibido que antes, definitivamente menos practicado, sigue siendo diverso, muchas veces afortunado, otras tantas no. Muchas veces es dichosamente temporal, algunas otras largo. Lo cierto que antes, el amor diverso podía ser peligroso, juzgado por lo tanto, secreto. 

Corría un diciembre cuando llegó el señor licenciado, amigo de la familia, con una rubia muy contrastante a él mismo, y más de uno preguntó, ¿Cómo le hace? Llegaron con tres crías. Algún rato más adelante se pueden observar dos infantes platicando en el sofá, esos que son sólo para dos, doce y ocho eran sus edades. La personita de ocho Andrés, estaba recostada en las piernas de la personita de doce, Cesar. La conversación de Andrés era maravillosa, no le paraba la boca, y la persona mayor no dejaba de asombrarse de la atención que le estaba prestando y la falta de inhibición y soltura con la que soltaba temas. Ahí quedó todo, la fiesta acabó como acaban las fiestas con el deseo y promesa de volver a verse, quizá el próximo año.  O en alguna otra rara ocasión donde coincidieran.
Al año siguiente, en una fogata en el pueblo de donde eran originarios, ocho años después. Se encontraban varios Jóvenes gozando de la noche, con una guitarra, con varios chistes, con muchos chavales amigos y parientes. ¿A que no te animas a subir al cerro de noche?, le dijo a una persona guapísima desconocida en ese momento. – No lo lograrás le dijeron, le cubre la pereza, nadie lo ha logrado-. En media hora todos los chavales estaban en la cima del cerro y este par, sonriéndose juntas para todo sitio. ¿No le recuerdas acaso?, -le preguntaron. Su padre es el señor licenciado. ¡Qué gran sorpresa! Aquella desconocida persona, era aquel diminuto ser con el que había conversado recostado en sus piernas. Le alegró el corazón saber que esa persona no era oriunda del pueblo, sino de la ciudad vecina. Ahí seguro se volverían a ver.
 Unos días después de la fogata, en una fiesta en la ciudad vecina, continuaban este par bajo el cobijo de un cobertor con el pretexto del frio y el juego a esconderse. Más manitas, menos conversación. La fiesta en la que estaban importaba poco. Las risas, los juegos, los acercamientos lo eran todo. Al ir al baño por un respiro, el mayor se percató que había droga en la cocina, un Espejo de la sala les delataba el consume de cocaína y era su mejor amigo quien le estaba jalando. Sintió un dolor en el estómago, de la decepción y procuró que todos los que estaban ahí salieran de una manera discreta y sin hacer mucho escándalo. -¡Andrés, métete a casa por favor ya métete!. Algo le decía que no le haría caso y así fue. Se quedó sin sentir peligro alguno, Cesar se fue con esa sensación de no convencer a nadie.
Para probar bien lo que estaba experimentando en su corazón Cesar, que vivía en la capital, decidió volver a la ciudad vecina, vivir ahí una temporada, era amigo del señor licenciado y vivió ahí con él un tiempo. Cesar tuvo que fingir y dar regalos a todas y todos, para poder regalarle algo a su querido Andrés. Nunca le pudo decir nada, pues que dirían. Varias veces se fundían cariñosamente viendo televisión, abrazados como osos en invierno, cada mañana iba a verle como dormía, como roncaba despacito y como paraba la trompa, era una delicia. Una vez les descubrieron jugando luchitas, cuando veían alguna serie vespertina, su padre prendió el interruptor de la luz y sin decir nada fue a fumar al porche. Cesar le siguió sin decir una palabra, el señor fumó un cigarrillo con él, no había pasado nada, aunque quería que pasara todo, el silencio lo dijo todo. El primer beso de este par, fue solo de comisuras, parados en el antecomedor mientras se despedían. Andrés parecía no darle importancia.
Ya en la capital, de regreso, Cesar desde el sur veía la constelación de la osa mayor y suspiraba diciendo la palabra “norte”, creo que estoy “norteado.  El papalote apunta al norte. Se refería a su corazón. Esperaría otros seis meses para volver a la norteña ciudad vecina.
Así pasaron muchos años en que el Cesar volvía, el mundo en la ciudad vecina era el mismo, quizá un poco más desértico y pensaba en el momento en que podría volver a verle. Un amor de por si prohibido, de por si mudo. 
En otra vuelta y en otra noche de fiesta para romper el silencio del carro -¿Qué hacemos?- le preguntó Andrés en una ocasión, -si no podemos. Esto aquí no se puede. -Mientras regresaban ebrios y cogidos de la mano. -Pues querernos, ¿Que más?
Una madrugada, Andrés había salido de fiesta y bebido al regresar, el Cesar fue a verle dormir, y al darse cuenta de que entró, el Andrés le dijo. No me gusta mi pecho, y se quitó la camisa, - A mi me parece perfecto, contestó el Cesar. Se fundieron en unos besos enormes e inolvidables, al menos para el Cesar y realizaron movimientos jadeantes que despertarían a todo mundo en casa, ahí estaban más de cinco. Así que como empezaron terminaron.
Muchas ocasiones, parecía que se buscaban y se escabullían, a veces era uno a veces era el otro, una vez algo bebido, el Andrés le lanzo unos besos y Cesar no respondió como lo sentía en las entrañas. Nunca encontraban su esquina, su rincón, parecía que no se podían querer poco, ni solo unos instantes, parecía que tenía que ser tan fuerte como definitivo, pero el impedimento les obligaba a una contención que solo ellos dos notaban. Al final y un poco cansado, Cesar le dijo, - “Nadie, nunca te va a querer como te quiero yo, no con tanto ahínco, ni con tanto tiempo, ni con tanta fuerza”. Dicen, que esa promesa sigue viva. Aunque se ven con cariño y a lo lejos. Andrés tiene la edad de los jotos, se ríe escandalosamente y quiere de deveras. Cesar goza de verle cuando suceden los movimientos de estrellas y le recuerda cuando ve el papalote de estrellas que apunta pal norte.
Los tesoros más grandes los guardaba en sus ojos, en sus dedos y en su cara. Creo que no existe obra de arte que haga justicia al espectáculo de verle salir de la ducha con todo y toalla, así que le dejo un pequeño mensaje en un rincón de la pared cómo pidiendo empatía.