martes, diciembre 28, 2010

Abrazo

Eran sus bocas un constante abrazo, no podrían haber sido arropados por mejor cobijo.
José Luis sentía embonar su alma al movimiento de la boca de Lilián.
Se comían sin cubrir la tentación extraña de urgar en los pensamientos ajenos, ni siquiera los propios, las bocas buscaban aspirarse una a la otra, como un desesperado remolino.
Así también las ansiosas manos, un estado de conexión extraña, dejando de ser individuos y formar una plasta que se mueve totalmente adherida por los labios.
Lo que les quedaba de los residuos del sufrimiento, de dejarse encontrar en la desnudez de esas caricias Lilián tiró una involuntaria lágrima que José bebió como redentor bautizo al amor.
Las manos armonizaban cuidando aquella música lluviosa y las piernas se enredaban como raices de un viejo tule.
Sus ojos, como niños viendo por primera vez la mar... sus mares acaudalándose en un oceánico, irreflagable e impúdico beso.

¡Cállate, lo que tengas que decir me lo dices con la boca sin palabras!

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