martes, agosto 24, 2010

La casa del fondo y a la izquierda

Simón salió a buscar esa casa que hacía quince años no veía, esa casa al fondo de la calle, la última a la izquierda.

Ahí vivía Noemí, una chica que cautivó a Simón cuando eran pequeños. En esos tiempos, era un deleite para ella jugar a poner nervioso a su noviecito y sujetaba la mano de Simón por debajo de la mesa, cuando sus padres estaban presentes, a la hora incómoda de la cena. El se vengaba con besos en las escaleras. Tenían frecuentemente, como chaperón a la hermana menor, Marianita, los padres no la mandaban, la niña solita se incluía como mal tercio y veía con ojos de borreguito al buen Simón. Parecía más enamorada la niña, que la misma novia
Un buen día de febrero, como a quince días de romance, Noemí se regala de cumpleaños su libertad y le regala a Simón la experiencia de un corazón roto. Simón obtiene como premio ser cuidadoso con las palabras SIEMPRE y NUNCA.

Resulta que la casa ahora, quince años después, estaba en venta, ellas estaban enfrente, mientras se vendía y parecían haberse convertido al judaísmo. Estaban quince años más bellas y el buen Simón quince más feo.

Simón recorrió la casa fingiendo querer comprarla, cuidando extremadamente bien su anonimato, se detuvo en cada rincón, esta tenía el mismo olor que él recordaba. Al final del recorrído de la casa, bajando las escaleras, seguido de las 3 hermanas y la mamá, preguntó por el padre. Le dijeron que había muerto hace un año y medio por lo que se estaban despojando del pasado, para morir y nacer de nuevo. Esto le causo mucha pena a Simón y decidió marcharse avergonzado sin revelar su morbosa y entrometida identidad. Se despidió de manera atenta y educada para salir por el portón por donde salen los carros.

Gracias por venir Simón, dijo detrás de la puerta, la jóven Mariana.

1 comentario:

Dana dijo...

Carlos, me encanta como escribes. Me metes en la historia de immediato y a pesar de las breves lineas, me siento completamente complice de los personajes.