viernes, octubre 15, 2010

Los carnalitos

Del barrio, ese al pie del cerro, ese acechado por las moscas y las farolas de las patrullas, se escuchan gritos todas las noches, gritos femeninos e infantiles que parecieran querer escapar a otro mundo, dormir y no despertar.
Un par de niños, sentados en la esquina de la cocina acurrucados como pollitos con frio, pero en realidad de miedo era por que sus cuerpos titiritaban, pazmados a gritos, golpe, llanto y más llanto, por buena o mala suerte a ellos no les había tocado su ración esa noche, su madre era quien les protegía como primer escudo.
De entre los cubiertos y tortillas tiradas en el suelo por la reciente batalla, este par de sobrevivientes lograron arrastrarse con destreza militar y llegar a la anhelada puerta para correr y correr a la par, no perderse de vista, seguir corriendo era lo único que importaba.
Fito y Chuy lograron subir al cerro detrás del barrio, a base de muchos tropezones porque no se veía ni el alma, lo único que importaba era, "donde está mi hermano". Lograron meterse a una cueva del cerro detrás del barrio y ahí pasaron la noche abrazados. Esa noche durmieron hombro con hombro, al ritmo de sollozos y se despertaban entre suspiro y llanto.
Compartieron dos días el sueño, el llanto, el miedo y el hambre. Hasta que Don Marcial, un viejo con aún espíritu explorador, los encontró, se echó uno en cada hombro y bajó el cerro por el otro lado de por donde los hermanos habían subido, para llevarlos a su jacalito y "alivianarlos", decía Don Marcial.
Tres días los tuvo Don Marcial en su casa, cuando les preguntaba por mamá y papá soltaban llanto, temblaban, se orinaban y Chuy rugía como pequeño demonio.
Chuy salió de esa cueva con toda la violencia que había vivido en la boca, no podía hablar, rugía como animal con miedo, de la misma manera atacaba, mordía y rasguñaba lo que le amenazara inclusive su propia piel.
Don Marcial tuvo que avisarle a Jacinto, un trabajador social de una casa hogar, que fue quien se llevó con el a estos niños a este recinto donde ahora viven con otros carnalitos.

Si vas a este recinto, a esta casa hogar, si les visitas, se acordarán de tu nombre, de tu vida, de tus detalles, aunque tu te olvides de ellos al siguiente día, te pongas tus juguetes que te desconectan de su mundo y del tuyo mismo.

Chuy con trabajos ya está hablando, Fito sigue sonriendo.


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